Tenemos a un hombre herido de muerte que aún no comprende su nuevo estado. Ha llegado a nuestros departamentos sorprendido por el impacto de las informaciones que va recibiendo, se niega a admitir que no está vivo en la forma que él entiende la vida.
Hermano, somos sus intercesores ante la benevolencia divina a fin de acogerle y mostrarle las realidades que en este momento ignora.
El alma lo es todo. Eso que usted desdeñaba como si fuera fantasía es en verdad todo lo que cada humano es. El alma es quien piensa, quien siente, odia o ama, recuerda o anhela, el cuerpo es apenas un instrumento por medio del cual se manifiesta el alma, también llamado espíritu.
Queremos simplificar la explicación necesaria para minimizar su abrupta llegada; sin embargo, es de obligada correspondencia a su etapa de tránsito, hacerle saber que todo cuanto le precede, desde los más secretos pensamientos hasta las acciones más significativas, todo lo que usted ha hecho en sus sucesivas vidas está registrado en su alma y está siendo colocado ante el tribunal kármico, donde todo saben y, para su adecuada continuidad, se desgrana minuciosamente para que sea encaminado a las orientaciones y estancias que le corresponden.
El aprendizaje es continuo desde la creación de un alma, siendo imposible renunciar a ser.
Al alma se le infunden propiedades para su desarrollo y evolución, instrucciones sagradas mediante códigos que con el tiempo y su progresivo despertar irá decodificando hasta revelarse como ser puro, una vez que se transforme cuanto se haga necesario hasta amarse a sí mismo tanto como para actuar siempre desde el amor infinito e incondicional y adquirir la sabiduría universal en cada una de sus células. Desde el inicio del proceso hasta la plenitud, innúmeras tribulaciones esperan al alma. Desde el nulo entendimiento, la negación de sí mismo, tomando por el todo el cuerpo que habita y la existencia presente hasta la completud de vivir la trascendente experiencia humana como aprendizaje transformador con sucesivas moradas, siendo estas, siempre, las más idóneas y las que el espíritu precisa según el nivel en que se halle.
Nada yerra en la programación divina.
Quédese con la que es verdad absoluta, la vida continúa.