Traemos el ejemplo de cuatro jóvenes en apuros. Personas sin conciencia todavía del paso que han dado en sus existencias. Cortaron sus propios caminos cuando aún estaban comenzando la vida. Se les abría ante sus ojos un mundo de oportunidades y apoyos, su entorno confiaba en ellos; sin embargo, la elección que hicieron no ha sido ni la previsible ni la recomendable. Errados en sus valores, decidieron poner trágico fin a la vida saltando por un despeñadero, sin que nadie pudiera socorrerles. Grabaron sus actos lamentables para que la sociedad tuviera un ejemplo de que, según ellos, hay otro camino.
Error, hijos, error. Gravísimo error. La vida no es un juego. Los juegos, son juegos, no realidades. La vida encarnada es un preciado tesoro que solo se alcanza después de vida itinere entre ambos mundos.
Muchos son los espíritus a la espera de un cuerpo y de una oportunidad para venir a la experiencia inestimable que es la vivencia en un cuerpo humano.
Deben informarse, humanos. La inmensa mayoría desconoce lo que es y el valor de su propia vida. Nada es gratuito. Todo tiene consecuencias, desde el más simple pensamiento hasta la consecución de un hecho irreparable.
Tal acto es irresponsabilidad que recae con su debido peso sobre cada alma que desprecia la vida.
En este caso, el ejemplo es el terrible acto del suicidio, con el agravante de motivar a otros a terrible final; sin embargo, son muchos los comportamientos que son cometidos en lo cotidiano, sin que reparen en lo que realmente están haciendo y que son suicidios paulatinos y silenciosos. Fumar, ingerir bebidas alcohólicas, alimentación indebida, la adicción de sustancias que alteran el normal desarrollo biológico en animales y vegetales cuyo destino es la alimentación humana, son atentados contra la salud y la duración de la vida propia y de otros semejantes.
Se hace necesario que reflexionen sobre sus actos, sobre sus comportamientos y actitudes cuyas graves consecuencias tendrán que asumir y reparar.
Realizamos un llamamiento a la responsabilidad colectiva e individual para colocar la vida como bien sobre el cual solo la voluntad suprema tiene autoridad.