Las telas de lo invisible se descorren para el humano, que debe tomar conciencia de la continuidad de la vida y del constante intercambio y convivencia entre ambos mundos.
Permanentemente vivimos rodeados de espíritus, en constante interacción. Son ellos que nos inspiran, que nos irritan , acosan y ayudan, son ellos que nos sugieren y llevados por el odio y el amor, en sus múltiples facetas, interactúan en nuestras vidas y pensamientos.
Apenas han perdido su cuerpo físico y y se mueven libres de la materia, aunque sujetos a las leyes universales y a las particulares que les correspondan, según su evolución.
El espíritu conserva todo el bagaje que poseía antes de la muerte; es decir, permanece su aprendizaje, sus conocimientos, conserva los sentimientos y creencias.