Caemos en la cuenta de que todo tiene un porque cuando ya es tarde. Aproveche ahora que aún es posible corregirse y cambiar. Llame a esa persona de la que un viejo rencor le mantiene distante, vaya con voluntad de disolver las diferencias, contemple la posibilidad de que sea usted la parte errada. ¿Y si fuera así?, ¿si usted se hubiera equivocado y por no sopesar lo suficiente o por orgullo, por hacer juicio sesgado o cualquier otro motivo usted está perjudicando a esa persona?, ¿lo ha pensado?, pues hágalo o hágalo de nuevo. Pida la orientación de su guía espiritual, pues, aunque no lo sienta, siempre somos escuchados y atendidos en la medida de nuestro merecimiento, y, en ocasiones, más, pues la misericordia divina es inmensa.
¿Y si resulta que es usted la parte ofendida? Valore si vale más tener razón o tener paz y recuperar la armonía. Tal vez la otra persona no es capaz de ver con objetividad, pues cada uno está en un grado evolutivo, que puede ser diferente al suyo. Por ello, algo que para uno es evidente, para otro, no cabe en su raciocinio.
Y si ya no recuerdan bien lo que les separó, si han ido dejando pasar la vida, recordando como se apreciaban, pero mirando a otro lado sin tratar de poner solución de acercamiento, de pedir perdón, de disculpar con el corazón abierto para dar más importancia a la fraternidad, a los buenos momentos y al calor de aquella relación; entonces, deje de esperar a que sea la otra parte quien dé el primer paso. Dé un paso al frente con la mano tendida o el abrazo sincero, con sonrisa amplia y esas palabras que hace tanto que quiere decirle.
Traten de diluir las diferencias o convivir con ellas, pues a veces los acuerdos no son perfectos, requiriendo, además de comprensión o perdón, tolerancia y sabiduría para alcanzar la concordia deseada, pues, en algunos casos, los frutos positivos llegan solo con el tiempo, cuando la herida va cerrando y se recupera la confianza. Entonces, use la paciencia y verá que a buena siembra le suele seguir buena cosecha.
Mensaje recibido 2023-07-21